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La base invisible del bienestar; la distribución

Muchas veces confundimos diseño con decoración. Y aunque ambas cosas se cruzan, no son lo mismo. Puedes tener los muebles más bonitos, los textiles más sofisticados o la paleta de colores más armónica… pero si la distribución del espacio no fluye, algo siempre se sentirá incómodo.

El verdadero interiorismo empieza con preguntas, no con objetos.

¿Cómo se vive este espacio? ¿Quién lo habita y cómo lo recorre? ¿Qué actividades se realizan aquí a lo largo del día? ¿Qué necesita luz, qué necesita calma?

La distribución es esa estructura invisible que no siempre se nota… pero que se siente.
Es lo que permite que una estancia respire, que la luz se mueva, que las rutinas fluyan sin obstáculos. Una buena distribución no se ve, pero transforma.

Muchas veces intentamos resolver el malestar con más decoración: añadimos, llenamos, compramos. Pero lo que ese espacio necesita no es “más”, sino mejor pensado.
A veces, basta con mover un sofá para que entre el sol. O quitar un mueble para que el aire circule. O simplemente, cambiar una circulación que interrumpía la armonía.

Revisar la distribución es revisar cómo vives.

Y muchas veces, el mayor cambio empieza en el plano, no en la tienda.

Te invito a observar tu casa desde esta nueva perspectiva. Elige una estancia. Mírala de día y de noche. Y pregúntate: ¿Estoy forzando este espacio o fluye conmigo?

Porque al final, un hogar no es solo lo que se ve.
Es lo que se siente cuando lo habitas.

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