Este hogar en Les Franqueses necesitaba volver a respirar. Oscuro, compartimentado y con circulaciones que frenaban la luz, no acompañaba la nueva etapa de su propietario ni la vida familiar que quería construir junto a su hijo.

La intervención se centró en abrir, ordenar y clarificar. Eliminamos tabiques, reorganizamos los recorridos y permitimos que la luz natural viajara desde la entrada hasta el jardín. Un pilar estructural, antes un límite, se integró de forma honesta y arquitectónica, convirtiéndose en parte esencial del nuevo lenguaje del proyecto.

La cocina, antes cerrada, se abrió al salón para convertirse en el corazón de la vivienda. Madera natural, tonos grafito y piedra clara conviven con una iluminación pensada para acompañar los distintos momentos del día. El conjunto respira serenidad y continuidad.

En toda la casa se priorizaron materiales cálidos y neutros, mobiliario a medida y una iluminación suave que construye atmósferas más tranquilas. El dormitorio principal se abrió al jardín para convertirse en un refugio íntimo, y el baño renovado sigue esta misma línea de calma, luz y orden.

El exterior también se transformó: una piscina en tonos piedra, una pérgola que filtra la luz y vegetación que abraza el perímetro, creando un lugar donde disfrutar en familia todo el año.

Este proyecto refleja una forma de entender el interiorismo: espacios que acompañan, que ordenan la vida y que devuelven la calma a quien los habita.